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Hebreos 12:11 “Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”.

Por: Dayse Villegas Zambrano

En nuestra mente, disciplina suele ser igual a castigo. Escuchamos esa palabra y nos incomodamos. No les gusta a los niños y peor a los adultos, y a veces no les gusta a los que tienen que aplicarla, porque temen que esto los hará menos queridos. Muchos líderes de familias, grupos sociales y equipos lo piensan varias veces antes de decidirse por la disciplina. 

Pero veamos bien esta palabra tomada de Hebreos: el autor sabe que en la mente humana disciplina equivale a tristeza, y que nadie se alegra de escucharla. Él propone cambiar la mirada, y verla como ejercicio, como el que tienen que hacer los que se especializan en una disciplina artística o deportiva: entrena, sufre, lucha y fracasa, vuelve a empezar; se enfrenta a las reglas, pierde si las rompe, y cuando logra vencer, se goza de la victoria. Aprende así a ser un atleta o un artista o incluso un profesional disciplinado, responsable, confiable, capaz de tomar a otros bajo su tutela y enseñarles lo aprendido.  

La disciplina de Hebreos no es tristeza, desquite ni crueldad. Dado que produce fruto apacible de justicia, podemos decir lo siguiente: la disciplina bíblica se aplica en paz. No hay necesidad de ira ni de palabras hirientes. Se puede hacer en calma. La disciplina bíblica es justa. No se excede ni se queda corta. Y lo más importante, la disciplina bíblica produce fruto, el gozo que estaba escondido emerge al revelarse la verdadera fortaleza y talento de la persona disciplinada. El que ha sido ejercitado en ella descubre los resultados de su periodo de prueba y se regocija. 

Imagine las posibilidades de este tipo de disciplina en su casa, con sus hijos. En su trabajo o en su iglesia, con su equipo de servicio. Y si la disciplina llega a nuestra propia vida, sobrepongámonos al temor inicial, tomemos este ejercicio y hagámoslo sabiendo que al final tendremos motivos para regocijarnos.

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