Hebreos 13:14 “Porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir”.
Por: Dayse Villegas Zambrano
Los cristianos estamos llamados a ser buenos ciudadanos. Jeremías 29:7 dice: Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz.
En el Nuevo Testamento lo vemos de esta manera: Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad (1 Timoteo 2:1-2).
Sin embargo, eso no impide que tengamos claro a qué reino debemos nuestra fidelidad: Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo (Filipenses 3:20). A menudo es fácil inclinarse por una causa o movimiento social, ambiental, ciudadano, nacional o político. Ciertamente hemos de participar en procesos como las elecciones, el pago de los servicios públicos, y hemos de interesarnos en los acontecimientos del país donde vivimos y de todo el mundo. Pero esto es lo crucial: debemos interesarnos para orar, para rogar por la tierra y por sus autoridades.
Nuestro interés no debe llevarnos a cambiar nuestra fidelidad. No debe llevarnos a la angustia por nuestro propio bienestar o destino. No debe llevarnos a la enemistad con los que lideran o son partidarios de movimientos con los que estamos en desacuerdo. Menos aún debe llevarnos a actitudes violentas contra los que se pronuncian por una causa que nos desagrada, por cuestionable que esta sea.
Estamos en el mundo, pero no somos del mundo, y nuestro Rey tampoco (Juan 17:16). Él no está buscando un palacio blindado ni un sillón presidencial. Él está sentado en el trono de Dios, a la diestra del padre (Marcos 16:19, 1 Pedro 3:22, Romanos 8:34). Y allí nos sentaremos nosotros también (Apocalipsis 3:21) si vencemos y somos fieles al Rey y a su reino.