Hebreos 13:17 “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso”.
Por: Dayse Villegas Zambrano
Este texto originalmente nombra a los guías, a los que sirven primero, a los que tienen autoridad, y por tanto necesitan la cooperación de aquellos que son guiados. Ahora, la obediencia y la sujeción no son cosas que broten espontáneamente del corazón humano, Dios lo sabe. Desde niños queremos imponer nuestra voluntad. A veces obedecemos por miedo o por interés personal. Pero aquí, la obediencia es el resultado de haber sido persuadidos por Dios: esto es lo que hay que hacer, esto es lo correcto.
Dios no desea una relación en la que tenga que estar imponiéndose constantemente en medio de una asamblea de hijos apáticos, descontentos, atemorizados o amotinados. Jesús rechazó esa dinámica. Dijo a sus discípulos: Ya no los llamaré siervos, sino amigos (Juan 15:15). Ese es su ideal para nosotros.
No creo que ningún pastor fiel, pastor de almas, desee vivir imponiéndose. Debe ser desgastante y amargo. En cambio, ¿qué tal servir en una comunidad de amigos? Debe ser como un sueño. Como en el cielo. Sin quejas. Con alegría.