Hebreos 13:22 “Os ruego, hermanos, que soportéis la palabra de exhortación”.
Por: Dayse Villegas Zambrano
Podemos ser fieles en medio de la exhortación. Nosotros, los hispanohablantes, le hemos dado a esta palabra una connotación casi negativa. Si alguien me exhorta, me está diciendo cosas que no quiero escuchar en un tono que no me gusta. Si tengo que exhortar a alguien, pienso: Mejor no, porque podría meterme en problemas.
Pero la exhortación, como usted probablemente sabe, no es ofensiva. Viene de parte de Dios. Es una palabra de ánimo, de consuelo para alguien que está desanimado, herido, enfriado o incluso caído. No es una acusación (ese odioso papel pertenece al enemigo, Ap. 12:10). La exhortación es un acompañamiento. El que exhorta se convierte en el compañero, asesor e incluso defensor del que necesita esa palabra de ánimo. Actúa como un verdadero amigo y lo urge a ponerse a cuentas con Dios.
Ahora, eso es lo que a muchos les resulta ofensivo. No debería. Todos necesitamos estar a cuentas con Dios y todos, absolutamente todos, necesitamos de los hermanos para que nos ayuden en esto, no importa qué tan alto o qué tan lejos nos parezca que hemos llegado.
A veces, el exhortador tiene que hacer una advertencia. Si sigues haciendo esto, el resultado será este. A veces, tiene que dar ánimo. Vuelve a intentarlo, no te rindas. A veces tiene que consolar. Dios está contigo, y nosotros también. Y a veces tiene incluso que rogar como de parte de Dios, para que la persona se vuelva a él. El exhortador decide obedecer a Dios y asume el riesgo de ser rechazado. Por tanto, seamos fieles cuando recibamos palabras de exhortación de los que nos aman.