Hebreos 13:4 “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios”.

Por: Dayse Villegas Zambrano 

La fidelidad tiene un fiel reflejo en el matrimonio y en la manera en que se conduce cada persona, esté casada o no. La palabra clave aquí es honroso: de gran valor, de especial estima. 

Para dar honra a la otra persona, es necesario que primero nos veamos así a nosotros mismos, nuestras vidas, nuestras mentes, nuestros cuerpos: fuimos creados para tratar y ser tratados con honra, a la imagen y semejanza de Dios. Y debemos ser fieles a ese propósito. 

Es muy difícil tener a alguien más en una genuina estima cuando no tenemos respeto y sano aprecio por nosotros mismos ni nos vemos como lo que somos: seres eternos e invaluables. Es lo que ocurre con las palabras de la segunda parte del verso de hoy. El fornicario (pornos, cuya raíz significa ’vender’) es alguien que se utiliza a sí mismo, que se ofrece a sí mismo como un producto de consumo sexual, y por tanto, se convierte en esclavo. En su tiempo, esta palabra se usaba para designar a quien ejercía la prostitución. Esta es una persona que no aprendió cómo apreciarse a sí misma. 

La otra palabra es moichos, adúltero, el que incurre en culpa contra su cónyuge o con alguien que es cónyuge de alguien más. Esta es una persona que no aprendió a apreciar al otro. Pero Jesús, quien vivió en honra, dio su cuerpo para ser quebrantado por nosotros, que vivíamos en deshonra. Y un día tomará nuestros cuerpos y los glorificará como él fue glorificado. 

Para muchas personas el concepto de fidelidad parece ser imposible, y viven con la errónea impresión de que la infidelidad y la inmoralidad son tentaciones tan difíciles de resistir que resultan excusables. Pero el autor bíblico no hace excepciones en este verso. Todos, los que están en matrimonio y los que no, debemos vivir en fidelidad y en honra, primero a Dios, luego a nosotros mismos y al otro.