Hebreos 13:5 “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora”.
Por: Dayse Villegas Zambrano
La fidelidad sigue tomando forma en nuestras vidas. Hemos visto que abarca lo que somos y la forma en que nos relacionamos con los demás, pero también la forma en que tratamos las cosas que poseemos, aquello que hemos recibido de Dios hoy.
Necesitamos crearnos la costumbre de estar contentos con lo que tenemos. Pero el contentamiento no proviene de las cosas. Proviene de la gratitud a quien nos las da. Cuando usamos avaricia (amor al dinero, deseo de tener más y más), demostramos, primeramente, falta de fe. No le creemos a Dios, al que ha dicho no te dejaré ni te desampararé. Queremos aprovisionarnos por nuestra cuenta… por si acaso él nos fallara.
Nuestras vidas están hechas para desear a Dios y llenarse de él. Pero en la avaricia, ponemos al dinero y las posesiones en el lugar de Dios. Nos acostumbramos a desear cosas y a acumularlas, puesto que ellas no pueden llenarnos, ni siquiera momentáneamente. En cambio, si somos fieles a Dios, la ausencia o presencia de dinero o de posesiones no cambiarán esta realidad: Dios es nuestro ayudador.
Cuando usamos avaricia, vivimos con miedo de perder. Tememos continuamente al que roba, al que estafa, y también al que nos cobra impuestos y al que nos pide ayuda. Pero cuando somos fieles a Dios podemos decir con sinceridad: no temeré lo que me pueda hacer el hombre.
Es incomprensible vivir en avaricia (y en descontento, insatisfacción y miedo), cuando podemos vivir en fidelidad (y en gratitud, plenitud y confianza).