Hebreos 5:8-9 “Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen”.
Por: Nelly Jácome de Pérez
El sufrimiento que Jesús padeció durante Su vida terrenal fue necesario para aprender obediencia. El sufrimiento de Jesús lo hizo completamente sensible a los sufrimientos y luchas del mundo, cosas que nosotros sufrimos incluso hoy día. El sufrimiento de Jesús lo calificó para ser el Sumo Sacerdote perfecto de todo el mundo, de una vez y para siempre.
Como creyentes en Jesucristo, experimentaremos sufrimiento. Cuando esto suceda, es importante que permanezcamos rendidos a Dios y obedientes a Él. Gracias a la experiencia humana de Jesús, ahora tenemos un Sumo Sacerdote que comprende cada situación por la que pasamos (Hebreos 4:14-16).
La obediencia a Dios es lo que hizo Jesús, Él practicó y vivió perfecta obediencia a su Padre. Ser obediente es lo que nos hace más semejantes a Jesús, y cuando lo hacemos, Él nos asegura, que nos ama, nos da el poder y está cerca de nosotros. Es tan importante para Dios, que Él tiene como prioridad bendecir nuestra obediencia. En ocasiones, las bendiciones no pueden ser reconocidas de inmediato, pueden tardar meses o años, antes de disfrutar de los frutos de nuestra obediencia, pero cosecharemos sin lugar a duda, lo que sembramos como lo dice Gálatas 6:7-9.
Cualquiera puede obedecer cuando es fácil, pero en el fuego de la adversidad y el dolor, nuestra obediencia es puesta a prueba. ¿Estamos dispuestos a obedecer incluso cuando le duele, incluso cuando nos cuesta mucho, incluso cuando no queremos, incluso cuando no estamos seguros de los resultados? Pruebas de obediencia quitan la máscara de nuestros motivos y revelan nuestro verdadero carácter y el amor que tenemos por el Salvador, Amén