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Hechos 15:28-29 “Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien”.

Escrito Por: Dayse Villegas Zambrano

En el capítulo 15 del libro de Hechos encontramos una lucha de influencias en la iglesia. Básicamente, algunos de los creyentes seguían identificándose con una secta (de los fariseos, v. 5) y querían imponer los ritos de Moisés como requisito para la salvación (v. 1). Entonces hubo una contienda.

La adversidad no siempre viene de afuera. Puede ser que entre nosotros busquemos imponernos alguna carga, porque pensamos que es lo mejor, que así siempre se ha hecho, que hay que guardar una tradición o que hay que unificar ciertos criterios. Esto suena como un propósito noble, pero cuidado, no podemos lograr la unidad a través de mecanismos humanos como las leyes. Lo único que conseguiremos será una contienda, y tal vez nos encontraremos disputando contra servidores de la talla de Pablo y Bernabé y Jacobo. 

La unidad de la iglesia es sobrenatural, no la hemos conseguido nosotros (v. 11). Es una de las conquistas de Cristo en la cruz. ¡Cuidado con querer arrogárnosla! Es una unidad espiritual y se evidencia poderosamente cuando la iglesia está llena del Espíritu Santo. Sin él, no hay ley que nos mantenga unidos, nuestra naturaleza humana es así, heterogénea y diversa y contenciosa. A partir de eso formó Dios a la iglesia del primer siglo: judío y griego, hombre y mujer, esclavo y libre. ¡Diferencias irreconciliables! Dios con su poder sorteó todo eso y nos hizo un solo pueblo. 

Hermanos, solo somos capaces de permanecer unidos porque el Espíritu así lo quiere. Por tanto, procuremos la unidad siendo llenos del Espíritu, amemos a los hermanos, dependamos del Señor y aceptemos gustosos el regalo inmerecido de la unidad que se nos ha dado.

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