Hechos 18:10 “Porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad”.
Escrito Por: Dayse Villegas Zambrano
En 1 Reyes 19, Elías atraviesa un desierto y sube al monte de Dios para presentarle una amarga queja. “Han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida”. Elías siente que es el último creyente en la tierra de Israel y que todo está perdido. Entonces, ¿para qué vivir? “Quítame la vida”, dice a Dios.
Pero Dios lo corrige: Él no ha contemplado la muerte para Elías. En cambio, ha seleccionado a un nuevo rey, a un nuevo profeta, y a miles de personas fieles. Hay mucho por lo cual vivir.
Los cristianos no estamos solos. En primer lugar, caminamos con Dios. Y luego están todos nuestros hermanos. Aún si llegásemos a estar aislados, debemos saber que Dios tiene mucho pueblo en el lugar donde estamos, y aunque no sepan nuestro nombre, ellos están orando y haciendo la voluntad de Dios, y él los oye.
Ahora pongámonos del otro lado: seamos nosotros ese pueblo que ora por los sufren adversidad por la causa de Jesús. Oremos primeramente para que ellos no sientan temor. Cualquiera se preocupa si su vida y la seguridad o la provisión de su familia corren peligro. Oremos también para que ellos sigan hablando con valor la verdad. Oremos para que el Señor no permita que ninguno ponga sobre ellos la mano. Oremos para que el Señor esté con ellos a cada paso del camino.
Ser el pueblo de Dios conlleva unas responsabilidades como ciudadanos del reino de los cielos. Orar, interceder, visitar, hospedar, proveer. ¿Sabe cuántos cristianos hay en su ciudad? Tal vez encuentre alguna estadística, pero siempre será un número aproximado, una estimación humana. Mas Dios conoce a los suyos. Confíe en esto: Dios tiene mucho pueblo, aunque a veces parezca que somos pocos y que estamos solos. Nuestra visión y nuestros cálculos se equivocan. Los de Dios no.