Estamos Ubicados en:
Ximena 421 y Padre Solano,
info@pibguayaquil.com
Fono: +593 98 901 0216
Berajot
berajot@pibguayaquil.com
Fono: +593 98 901 0216

Hechos 20: 35b “Y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir”.

Por: Marianella Layana de Jácome

Muchos creyentes se preguntan antes de ir al templo: ¿Quién predica? o ¿Qué grupo musical dirigirá la alabanza?  Buscando tal vez algo que los beneficie: obtener ánimo, una palabra motivadora, una respuesta a los problemas, o incluso un milagro. Estas expectativas no son malas en sí mismas, pero si son la única razón por la que nos congregamos, estamos perdiendo el sentido de lo más importante.

El propósito central de nuestra reunión como iglesia no es recibir, sino dar. Vamos al templo para adorar, para glorificar al Padre, entregar nuestras vidas en alabanza y servicio al Dios vivo. No somos espectadores, ni analistas, ni un jurado calificador que evalúa un sermón, ni somos críticos de la música. Somos adoradores llamados a rendirle todo nuestro ser a Cristo.

Cuando nuestro espíritu alcanza una verdadera intimidad con Dios, no necesitamos de un predicador famoso, ni de un sermón magistral, ni de un grupo musical excepcional. La verdadera adoración no depende de los estímulos externos, sino de una comunión profunda con nuestro Padre Celestial. El deseo de glorificar a Dios nace en lo más íntimo de nuestro ser y se expresa con cada palabra, cada canto y cada acto de entrega hacia Él.

¿Estoy yendo al templo por Cristo o por lo que puedo obtener?, ¿Estoy adorando con mi vida, o simplemente asistiendo a un evento? ¿Estoy preparado para dar, o sólo estoy esperando recibir? Cuando entendemos y aprendemos lo que es dar aprendemos a adorar.

Antes de ir al templo, preparemos nuestro corazón. Desechemos toda crítica, egoísmo y actitud centrada en uno mismo. Vayamos con la disposición de dar: nuestro tiempo, talentos, bienes, toda nuestra vida. La Iglesia no es un lugar para recibir solamento, sino para ofrendarnos a nosotros mismos en sacrificio, adoración y para glorificar a Dios.  Debemos entender que no se trata de nosotros, sino de Cristo.

Usamos cookies para una mejor experiencia de usuario.