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Hechos 2:1 “Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos”.

Por:  Dayse Villegas Zambrano

Sin diligencia es imposible ser fiel. Tenemos que poner suma atención a la palabra que hemos recibido de Dios, porque ella será la que impida que nos deslicemos. O como dice otra versión de este texto: “Pongamos suma atención a lo que hemos oído, para que no pasemos de largo”. 

No podemos vivir la vida cristiana en un estado de distracción. Debemos vivirla en un estado de diligencia. Como un buen conductor que al salir de viaje conoce su ruta porque la ha revisado al salir, ha escrutado el mapa, sabe dónde debe girar y dónde tener precaución, y aún así lo lleva a la mano, pues no quiere pasarse de largo de su destino. Diligente.

Nosotros tenemos esa hoja de ruta, tenemos las Escrituras. Y tenemos el mandato de ser diligentes. “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39). 

El cristiano diligente es guiado por el Espíritu. No vive a la deriva espiritual, siguiendo la corriente, pecando sin darse cuenta de lo que ha hecho. Es alguien que, si resbala, es redargüido, y llamado a arrepentimiento, y se vuelve al camino correcto. Pero el negligente descuida su deber de alimentarse de las Escrituras, y se desliza fácilmente. 

El Señor está buscando servidores diligentes, adoradores que le adoren con todo lo que tienen, en Espíritu y en verdad. ¿Estamos cuidando nuestra vida espiritual con esa diligencia? 

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