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Hechos 2:42 “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones”.

Por: Walter Encalada Pazmiño 

Luego de la asunción de Jesús al cielo, lugar de su morada celestial, junto a su Padre eterno, el pueblo de Dios conformado con los nuevos convertidos siente la necesidad de reunirse, para escuchar y alabar las promesas del Señor Jesús, aunque en principio no era urgente buscar un lugar físico para sus reuniones, la principal preocupación de los apóstoles era trasmitir el mensaje de salvación de Jesús.

Es así que los discípulos, una vez que recibieron al Espíritu Santo, el poder de Dios (Hechos 1:8), va promulgando el evangelio de Cristo en Jerusalén, en Judea y hasta lo último de la tierra, compartiendo las buenas nuevas de salvación, participando juntos del amor, la fe y la koinonia entre todos los hermanos, nunca olvidaron la oración constante los unos por los otros, así mismo pedían por todas las necesidades de las nacientes iglesias y sus respectivos miembros enseñando que solo la oración de los santos servirá para la edificación del cuerpo de Cristo que es su Iglesia, guiados por la cabeza que es Cristo Jesús, esto da forma de manera clara y sencilla la estructura de la iglesia. 

Los salvos en Cristo forman un solo cuerpo, guiados por la cabeza que es Cristo el Señor, nuestras iglesias mantienen ese legado de Jesús, somos un solo cuerpo, gracias a nuestro Padre Dios que nos apartó de la pecaminosa descendencia de Adán, para ser parte un cuerpo espiritual que es su Iglesia. Esto significa que Cristo tiene autoridad y liderazgo supremo sobre la iglesia, nosotros somos parte activa de ese cuerpo.   

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