Hechos 28:3 “Predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento”.
Escrito Por: Dayse Villegas Zambrano
El viaje de Pablo tuvo algunas paradas. Una en Malta, donde hizo sanidades entre la gente. Otra ya en Italia, donde pudieron saludar a los hermanos. Y al llegar a Roma, a Pablo se le permitió vivir bajo arresto domiciliario, no en la cárcel.
Allí recibió a los principales judíos de la ciudad y pudo exponerles el evangelio, si bien ellos se fueron indecisos. Vivió dos años en una casa alquilada, y tenía libertad de recibir visitas, predicar y enseñar sin impedimento alguno. Allí escribió también algunas de sus cartas. Las cartas desde la prisión son, tradicionalmente, Efesios, Filipenses, Colosenses y Filemón. En teoría, su vida pudo terminar mucho tiempo antes. En algún apedreamiento. Linchado por una multitud alborotada tantas veces por sus enemigos. En un naufragio de varios. Mordido por una serpiente.
Pablo describe sus padecimientos así: “De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias” (2 Corintios 11).
Si alguien fue experimentado en adversidad es Pablo. En comparación, nosotros vivimos en comodidad. Con razón se nos dice en Efesios 2:20 que los cristianos hemos sido edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas. Su trabajo, su testimonio, su sangre, su vida. Pero no creamos que ese tipo de adversidad ya pasó. Mientras ciertas regiones de la iglesia gozan aún de cierta o de mucha libertad y sufren de pocos impedimentos para predicar, congregarse y enseñar, otras reviven la lista de los sufrimientos de Pablo. Él recibió al final de su vida dos años de relativa tranquilidad. Aparentemente preso, pero libre.
Lo peligroso, hermanos, es cuando usamos nuestra libertad para vivir en comodidad y olvidamos a los que han sufrido y sufren para que nosotros estemos aquí. Cuando al revés de Pablo, vivimos aparentemente libres, pero presos de lo que queremos, lo que tenemos, lo que hacemos. Recuerde que Pablo tampoco quería que usted sufra o que viva encadenado. Quería que usted sea como él, libre como él en esa casita de Roma, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo abiertamente y sin impedimento.