Hechos 7:46-47 “Y David halló gracia delante de Dios, y pidió el favor de hallar una morada para el Dios de Jacob. Pero fue Salomón quien le edificó una casa”.
Por: Dayse Villegas Zambrano
La gracia no equivale a recibir lo que queremos. David, que alcanzó gracia delante de Dios, pidió un favor especial, construir un templo para Dios. Tenía en mente lo que quería hacer, tenía los recursos, tenía a la gente, parecía que era el momento correcto (1 Crónicas 22:1).
Pero no recibió lo que quiso. Antes le llegó una respuesta que podríamos llamar negativa. “Tú has derramado mucha sangre, y has hecho grandes guerras; no edificarás casa a mi nombre, porque has derramado mucha sangre en la tierra delante de mí” (1 Crónicas 22:8).
Qué doloroso debe haber sido escuchar eso y admitir que era cierto. Estar tan cerca y no ser elegido. Haber alcanzado tanto y no tener aquello con lo que él pensaba coronar su reinado. Sin embargo, la respuesta completa no es un no. Es un ‘pero’. La obra se haría, pero no según el diseño de David, sino según el plan de Dios. “Y me ha dicho: Salomón tu hijo, él edificará mi casa y mis atrios; porque a este he escogido por hijo, y yo le seré a él por padre” (1 Crónicas 28:6).
Por eso puedo repetir, la gracia no es recibir lo que queremos. Aunque fuésemos reyes, no podríamos estirar la mano para tomar algo que está más allá de lo que la gracia de Dios ha dispuesto para nosotros. David lo entendió. En su discurso final a los líderes y a su ejército, David reconoce que fue elegido para ser ‘perpetuamente rey sobre Israel’. Forzar más que eso sería un exceso de ambición y de inconformidad.
Parte de perseverar en la gracia de Dios es ser agradecidos y reconocer para qué hemos sido elegidos, y abrazar aquello con responsabilidad y con gozo. No desear lo que se le ha dado a otro, y no desanimarnos cuando recibimos un no, especialmente cuando creíamos que nos habíamos ganado el derecho a pedir un favor especial.
La bendición y el favor de Dios son vestiduras hechas a la medida de cada uno. Lo que es de otro no nos quedará bien. En este año que se inicia, hagamos como David y reflexionemos en el gran don que hemos recibido, perseveremos en él, y seamos agradecidos.