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Isaías 61:1 “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová”.

Por:  Dayse Villegas Zambrano

Al principio de su ministerio, Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto. Este lugar es el escenario de muchos pasajes bíblicos y el sitio en donde dieron un giro las vidas de muchas personas. Como Agar, a quien el ángel de Jehová encuentra allí (Génesis 11:7). 

Agar está huyendo de Sarai. ¿Por qué el ángel de Jehová va personalmente a buscarla? Para que no muera en el desierto junto con su hijo no nacido. Para darle una promesa (Génesis 16:10-12) y un futuro a una esclava extranjera: “Multiplicaré tu descendencia”.  La tentación de Agar en el desierto es morir con su hijo. Dios les da la vida y les promete que serán una multitud. Le pone nombre al hijo y le asegura a ella: “Dios ha oído tu aflicción”. ¡Dios oye! ¡Dios ve!, dice Agar. 

Pero años después, Agar olvida todo esto. Vuelve al desierto, despedida por Abraham. Camina con su hijo Ismael por el desierto de Beerseba. Y nuevamente tiene la tentación de morir junto con su hijo. Su impotencia y su desesperación son oídas. Dios se hace responsable de ellos. El ángel de Dios vuelve a hablar con Agar. “No temas, Dios ha oído. Levántate”. 

La tentación va a asaltarnos en nuestra hora de mayor vulnerabilidad, y si olvidamos, como Agar, sentiremos que no teníamos más opción que rendirnos. Que somos víctimas indefensas de las circunstancias. Nos resignaremos y esperaremos lo peor. Olvidando que Dios oye y que Dios ve, y que Dios es responsable de aquellos que toma bajo su tutela. 

¿Cómo vencer el desaliento? Como Jesús en el desierto, permanezcamos en la fe y perseveremos en lo que nos ha sido prometido. Cubrámonos de las Escrituras. La espada del Espíritu es la Palabra de Dios. En tiempos de debilidad y tentación, ella nos defenderá. “El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende” (Salmos 34:7). 

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