Juan 1:29 “El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.
Por: David Agustín Pérez Vera
La bendición del Eterno para este día a través de una maravillosa noticia, “Jesús es el Cordero Dios”, y se amplía aún más esta noticia, ¡¡¡Él Cordero quita el pecado del mundo!!! ¡¡¡Gloria a Dios!!!. Estamos frente al evento más majestuoso de la historia de la humanidad, el mismo que debe alegrar nuestras vidas, pero es menester recalcar, que este evento visibiliza profundamente un sacrificio perfecto que derramaría Sangre, porque, caso contrario no habría remisión de pecados. En tal sentido, se hace necesario mirar de manera comparativa, los sacrificios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
En el Antiguo Testamento los animales sacrificados eran muchos, el apóstol Juan presenta una sola víctima: “el Cordero”. Asimismo, algo primordial a tener presente es que, en el sistema levítico, cada israelita se tenía que proveer su propio cordero para el sacrificio por el pecado, pero ahora vemos en el Nuevo Testamento, que es el Eterno mismo quien provee la víctima o “el Cordero de Dios”.
En tal sentido, se nos recuerda en la Palabra una analogía relacionada a la provisión de Dios para el sacrificio, Génesis 22:7-8 “Entonces habló Isaac a Abraham su padre, … (…) ¿dónde está el cordero para el holocausto? 8 Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, … (…)”. Es claro que los sacrificios levíticos servían para una sola persona por un pecado concreto, en tanto que, el sacrificio de Cristo tiene un alcance universal, el pecado del mundo. ¡¡¡Gloria a Dios!!!
La misma Palabra bendita nos da a conocer el objeto de esta salvación, siendo los hombres de toda tribu, pueblo y nación. Esto fue lo que profetizó el sumo sacerdote de Jesús. Juan 11:51-52 “Esto no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación; y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos”. El pago que hizo Jesús en la cruz, fue más que suficiente para cubrir las deudas de toda la humanidad. Su expiación fue suficiente para todos, aunque sólo es efectiva para los que creen, en que Jesucristo es el Salvador y Redentor.
Hoy de manera conjunta, en un solo sentir, demos gracias al Eterno por haber quitado nuestros pecados y habernos dado al Espíritu Santo, que es nuestro faro, dirección y Consolador. Él mismo nos convencerá de pecado, justicia y de juicio, en la autoridad de Jesús, Shalom.