Juan 13:35 En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los otros.

Por: Daniel Mora Jiménez. 

Según la costumbre de aquella época, los discípulos mantenían una convivencia constante con su maestro, le seguían a donde fuere, le servían y en todo momento buscaban conocer la sabiduría que poseía. Además, el grupo que seguía a un determinado maestro o rabí, tenían ciertas características o prácticas que los distinguían, sea por su forma de hablar, por su doctrina, entre otros. 

Por lo cual, Jesús nos muestra que dentro de su grupo de discípulos existe una cualidad con la cual toda persona los iba a identificar y esta es el amor. Un dato muy interesante es que en el griego la palabra discípulo se traduce también, como uno que aprende atraves de la experiencia; en esta idea encontramos como nuestro Maestro, Jesús, nos enseñó acerca del amor hacía los demás, pues el nos dijo: “Nadie tiene un amor mayor que este: que uno dé su vida por sus amigos” (Juan 15:13), y esto no solo lo dijo, también lo demostró a fin de que nosotros sigamos su ejemplo. 

Por lo tanto, como buenos discípulos debemos seguir los pasos de nuestro Maestro, trabajando por la unidad del Cuerpo de Cristo mediante el vínculo perfecto del amor, entregando nuestros dones y talentos para la edificación mutua. Es verdad que al ser personas muy diversas en su forma de pensar, en su forma de expresar sus emociones y en sus decisiones, podremos tener desacuerdos que nos disgunten, pero siendo discípulos de Cristo debemos recordar que nuestro Maestro nos ordenó a que nos amemos los unos a los otros, por ello, abundando en amor nos despojamos de todas nuestras diversidades para llegar a lo común y de esa forma unirnos en un mismo sentir; en otras palabras, a pesar de que somos diferentes en lo natural, sin embargo en Cristo somos uno, porque la misma sangre que se derramó por mi, también fue derramada por mi hermano.