Juan 15:1-2
Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.
Escrito Por: Marianella Layana de Jácome
Personalmente soy aficionada de las plantas, no tengo mucha experiencia en su cuidado, pero me gusta tenerlas y sé que las plantas pese a estar embellecidas con flores, es necesario después de un tiempo podarlas para que florezcan más y se hagan más grandes y frondosas.
Lo mismo ocurre con la vida del verdadero cristiano, es necesario que seamos “podados” para que crezcamos más, para que llevemos más fruto, y para que seamos más hermosos y aceptos delante de Dios.
Considero que Job, fue un fiel ejemplo de esta acción por parte de Dios, él fue “podado” casi por completo, perdió frutos, perdió hojas, ramas y tallo, preservándose lo más importante y lo más fuerte que tenía él, su raíz que era Dios.
Job no volvió a ser el mismo, prácticamente volvió a nacer, luego de tanto sufrimiento su integridad física, y espiritual fue restaurada y creció abundantemente en todos los aspectos.
¿Por qué Dios permite este sufrimiento en nuestras vidas? ¿Por qué Dios permite que pasemos por tribulaciones cuando estamos siendo fieles sirviéndole a Él? Dios lo permite, porque es para perfeccionar lo que ya es bueno, es para embellecer aún más lo que es bello. Es para hacer más abundante lo que ya tenemos: Tened por sumo gozo, hermanos míos, el que os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia, y que la paciencia ha de tener su perfecto resultado, para que seáis perfectos y completos, sin que os falte nada” (Santiago 1: 2-5).
Como Iglesia ¿estamos preparados para ser podados por nuestro Dios y que crezcamos abundantemente en gracia y en Espíritu?
Dios seguirá obrando en podarnos, porque la meta de Dios es que crezcamos y que seamos perfectos como lo es Él. “Por tanto, sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”.