Juan 15:5 “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”.
Por: Nelly Jácome de Pérez
Una parábola es un relato corto, una historia sencilla en donde se establece una comparación. Jesús usaba este recurso al aprovechar situaciones o elementos con los que todos estaban familiarizados para enseñar verdades espirituales.
En el versículo que acabamos de leer, el Señor usa la vid para establecer una comparación entre ella y nuestra vida. ¿Qué sucede cuando una rama es cortada? Se seca. ¿Una rama puede dar frutos sin estar unida a la planta? Nunca. Así sucede con nosotros y Jesús. Él es la vid verdadera, nosotros las ramas, si no dependemos de Él totalmente no hay vida espiritual.
La lección es fácil de comprender y aplicar. Nuestra relación con Cristo es vital. Sin Él, nada podemos hacer. Este “nada” es absoluto. En griego es “oudeis”, que significa “sin siquiera uno, nadie, ninguno”. ¿Te parece exagerado o ya descubriste a la Fuente de donde procede la sabiduría, la fuerza, el poder y los recursos para hacer todas las cosas? El Señor da vida y la sustenta con la palabra de su poder.
Lo reconozcamos o no, si Él retirara su mano del mundo sería un caos absoluto. La idea clave en esta parábola es la permanencia. Si recurrimos a Jesús solo en los momentos de necesidad, entonces vivimos como una rama desprendida que solo intenta unirse a la vid cuando quiere uvas. La naturaleza nos enseña que esto no es posible. El fruto es el resultado de una conexión ininterrumpida con la planta Jesús. Nos quiere unidos firmemente a Él para que disfrutemos de la vida abundante que nos prometió y para que podamos dar mucho fruto.
Cómo va a comenzar su día?, ¿Está conectado a Jesucristo?. Nuestra dependencia de Él es esencial. No hay nada como vivir plenamente unidos al Señor. Teniendo un tiempo de comunión a la luz de su bendita Palabra, que es fiel y verdadera.
Jesús amado gracias porque al finalizar este mes de este precioso tema de la Palabra de Dios, nos enseñaste a qué cómo tus hijos estemos unidos a ti a través de ella, porque solo así daré sentido y propósito a mi vida. Afirmo mi deseo de obedecerte, buscando y anhelando cada día conocerte, ya que sin ti nada tiene sentido. Eres el motivo de mi existir, Amén.