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Juan 17:9 “Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son”. 

Por: Nelly Jácome de Pérez

Durante todos los evangelios, si prestamos atención, podemos notar lo importante que era para Jesús la oración. Sus días siempre comenzaban con una conversación con el padre, así mismo, siempre que se presentaba la oportunidad, invocaba la presencia y el poder de Dios.

En ocasiones, sus oraciones eran en solitario, como podemos ver en Marcos 1:35 y en otras, lo hacía en compañía, tal es el caso de Juan 11:41-42; así mismo, antes de la comida, siempre hacía una oración, tal cual vemos en Lucas 24:30, e incluso, luego de sanar, como se nos muestra en Lucas 15:12-16. Esto nos demuestra, que la oración era una parte fundamental en la vida de Jesús.

La Biblia está llena de grandes oraciones. Como la oración de Salomón (1ª Reyes 8), la oración de Abraham (Génesis 18), y la oración de Moisés (Éxodo 32.) Pero la oración que Jesús hace por sus Discípulos, es la mejor que se haya registrado en la Biblia. Lo más profundo del ser de una persona es revelado en una oración genuina. Esta es una oportunidad única para ver la naturaleza y el corazón de Jesús.

Cuando Jesús dice no ruego por el mundo, no es que no le interese la situación del mundo. Es porque se estaba enfocando en sus propios discípulos. Él estaba orando por el instrumento que estaba creando, a través del cual Él alcanzaría al mundo.

Que hermoso poder saber que Jesús estaba orando por mí, por usted y por to aquel que es un hijo de Dios lavado por la sangre del Cordero. Él nos amó y se preocupó por nosotros desde antes de la fundación del mundo, esto ministra mi corazón. El oró por los planes y propósitos que tenía para mí, para usted, para la iglesia, el Cuerpo de Cristo. Deje todo lo que está haciendo ahora y eleve una oración de gratitud, al que está sentado a la diestra de Dios, a Jesús nuestro Salvador y Señor, Maranatha ¡Cristo viene pronto!.

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