Juan 4:23 “Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.
Por: Marianella Layana de Jácome
Dios no solo recibe la adoración, Él la busca. No cualquier tipo de adoración, sino una adoración espiritual, verdadera y aceptable. Porque la adoración es la que glorifica a Dios, y glorificar a Dios es la razón por la cual fuimos creados. Dios no desea personas en busca de experiencia, ni asistentes pasivos, simples oyentes. Dios anhela Adoradores verdaderos.
Y esa adoración comienza desde nosotros, en el interior, por medio del Espíritu Santo, a través del Hijo, hacia el Padre. Un movimiento que tiene un sentido ascendente que no depende de un lugar físico, ni de una circunstancia, sino de un corazón verdaderamente rendido y humillado. Esa es la adoración que exalta a Dios, lo glorifica, lo pone en el centro y por encima de todo.
Hagamos todos un análisis: ¿Nuestra vida glorifica a Dios o simplemente todo lo que hacemos y vivimos es para cumplir con una rutina religiosa?. Dios debe ser el centro de nuestra adoración, no se trata de cumplir en el servicio por rendirle cuentas a alguien, no se trata de estar presente físicamente en el templo o en alguna reunión de la Iglesia. Se trata de estar presente espiritualmente, con el alma y el corazón centrados en Dios, con una pasión viva por glorificar su Nombre.