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Juan 4:28-29 Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo? Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él.

Por: Daniel Mora Jiménez. 

La conversación que tuvo la mujer samaritana con Jesús estremeció por completo su vida, a partir de ese momento ella no sería la misma, todo lo que esperaba en su limitado conocimiento de la promesa de Dios al pueblo judío ella lo estaba experimentando, esto es, estar delante del Mesías. Pero lo mas importante de esta escena, es la forma como reaccionó la samaritana. 

El evangelio de Juan señala que, al terminar la conversación, la mujer dejó lo que estaba haciendo y corrió a la ciudad a contar lo que le había sucedido y luego de contar su experiencia, todo el pueblo fue hacia Jesús. Algo importante a recalcar, es que, esta mujer estaba en el pozo sacando agua en un horario irregular, puesto que debido a su mala reputación ella prefería no ser vista por las miradas juzgadoras del pueblo; pero en el instante que esta mujer tuvo el encuentro con Jesús, revelando su vida de pecado, indudablemente fue transformada, se olvidó de la vergüenza que cargaba y corrió ante el pueblo dando testimonio del Hombre que había cambiado su vida el cual decía que era el Mesías. 

De la misma forma como sucedió con la samaritana, un día tuvimos un encuentro con el Mesías, su evangelio impactó nuestros corazones, fuimos perdonados de nuestros pecados, restaurados de nuestra bajeza y justificados ante el Padre Celestial, pero ¿dejaste tu cántaro y fuiste a testificar de tu encuentro con Cristo?, o ¿continuaste con tu vida rutinaria y te quedaste callado?.

Este pequeño, pero gran detalle de la actitud de la mujer samaritana nos pone un reto en nuestras vidas; deja tus asuntos apremiantes y dale un tiempo a lo más importante, no pongamos más excusas, proclamemos que su amor triunfo y nos ha dado libertad de las cadenas del pecado y la muerte. En su amor tenemos vida eterna. 

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