Levítico 20:26 “Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos”.
Por: Nelly Jácome de Pérez
El pasaje de hoy es un llamado a la santidad y a la consagración a Dios. Y nos recuerda quiénes somos y a quién le debemos nuestra lealtad. Los creyentes son llamados a vivir vidas santas como parte de su compromiso con Dios. La santidad no se trata de ser perfectos, sino de ser conscientes de nuestros errores y trabajar diariamente para alejarnos del pecado y acercarnos más a Dios, viviendo en su voluntad, que es buena, agradable y perfecta.
Como hijos de Dios, estamos llamados a imitar a nuestro Padre Celestial y a vivir vidas santas. Dios es santo, por lo tanto, nosotros también debemos ser santos. Es importante recordar que la santidad no es algo que se logra de la noche a la mañana, sino que es un proceso continuo de crecimiento y madurez espiritual.
La Santidad no es opcional, para aquellas que pertenecen a Dios. Dios quiere que sepas que a El le concierne cada detalle y dimensión de tu vida. El es “YHWH MEKADDESH,” el Señor que te santifica. Dios quiere que comprendas las bendiciones de una vida santa… y también las consecuencias de una mala vida.
Aún en el Nuevo Testamento vemos que el estándar de Dios no ha cambiado. Una y otra vez, Jesús y los autores del Nuevo Testamento, nos llaman a una vida de pureza absoluta.
¿Estamos viviendo nuestras vidas de manera que refleje la santidad de Dios? Si no es así, es hora de hacer algunos ajustes. Como seguidores de Cristo, debemos trabajar diariamente para vivir de acuerdo a los estándares de Dios. Debemos buscar la guía de Su Espíritu y acercarnos más a Él en oración y estudio bíblico. Debemos estar dispuestos a renunciar a nuestro viejo estilo de vida y a seguir el camino de la santidad que Dios ha preparado para nosotros, Amén.