Lucas 8:5-8 “El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue hollada, y las aves del cielo la comieron. Otra parte cayó sobre la piedra, y nacida, se secó, porque no tenía humedad. Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron. Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno.”
Por: Ericka Herrera de Avendaño
Jesús nos enseñó que compartir el evangelio es como sembrar una semilla. No siempre sabemos cómo será recibida, pero nuestro deber es esparcirla fielmente, confiando en que Dios dará el crecimiento.
En la parábola del sembrador, vemos cuatro tipos de terrenos que representan los corazones de quienes escuchan el mensaje. Algunos lo rechazan de inmediato, otros lo reciben con entusiasmo, pero sin raíces, y otros lo aceptan, pero las preocupaciones del mundo lo ahogan. Sin embargo, hay quienes tienen un corazón dispuesto, donde la semilla crece y da fruto abundante.
Sembrar el evangelio requiere paciencia y constancia. A veces, nos desanimamos cuando las personas no responden como esperamos, pero debemos recordar que la obra de transformación la hace el Espíritu Santo. Nosotros solo somos instrumentos en sus manos.
Para sembrar eficazmente, debemos vivir lo que predicamos. Nuestra vida debe reflejar el amor, la gracia y la verdad de Cristo. Un testimonio coherente abre corazones y hace que el mensaje sea más impactante. Señor Jesús, gracias por permitirme ser un sembrador de tu evangelio. Ayúdame a compartir tu Palabra con amor y perseverancia. Que mi vida refleje tu verdad y que las semillas plantadas den fruto abundante para tu gloria, Amén.