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Marcos 3:25 “Y si una casa está dividida contra sí misma, tal casa no puede permanecer”. 

Escrito Por: Nelly Jácome de Pérez

La familia siempre ha sido vista por el enemigo como un gran peligro para sus planes, de ahí que desde iniciada su institucionalidad por parte de Dios, haya sido tan atacada. La crisis que ha tenido que soportar ha terminado socavando a los principales integrantes de la familia, atacando a los padres a través de la indiferencia y la falta de amor, terminando en divorcios y dando como resultado hogares disfuncionales. Hijos resentidos y en muchos casos abandonados a su suerte. Lo que ha desatado problemas emocionales, físicos y espirituales.   

La familia es ordenada por Dios. El matrimonio entre el hombre y la mujer es esencial para su plan Eterno. Los hijos merecen nacer dentro de los lazos del matrimonio y ser criados por un padre y una madre que honran sus votos matrimoniales con completa fidelidad. La felicidad en la vida familiar se logra sobre la base de nuestro Señor Jesucristo. 

Sin Jesús en la vida de la familia, es imposible que esa casa no esté dividida contra sí misma y peor aún pueda permanecer. Por tanto, los matrimonios y las familias que logran tener éxito se establecen y se mantienen sobre los principios de la fe, la oración, el perdón, el respecto, la confianza, el amor, la compasión, la unidad, el trabajo en equipo y de las actividades recreativas edificantes, cuya piedra angular es Cristo Jesús, dirigiendo y articulando perfectamente a cada miembro de la familia con la guía del Espíritu Santo, a fin de dar honra, honor y gloria a su nombre santo. 

Actualmente, en nuestra realidad social, la familia sin Dios se ha olvidado por completo de su importancia. Se observa que los niños y jóvenes carecen de valores, con conductas negativas. Los padres alejados unos de otros, sin temor de Dios.   Es muy triste ver familias que solo se hablan para pelear o ni siquiera se hablan. Oremos para que nuestras familias se afirmen cada día más en los principios, mandamientos y preceptos dados por nuestro Adonay. Trabajemos activamente en la unidad familiar, pasar tiempo juntos no solo en casa sino dar paseos, hacer deporte o disfrutar de tiempos de relax juntos. La familia debe tener metas y sueños comunes y ser agradecida con Dios, cuando estos se consiguen. Glorificamos a Dios cuando nos esforzamos en mantener la paz y la armonía en nuestra familia, Amén.

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