Mateo 10:20 “Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros”.
Por: Dayse Villegas Zambrano
¿Es usted un discípulo lleno de las palabras del Espíritu Santo? La manera en que hablamos es importante porque refleja de qué está lleno nuestro corazón. En Lucas 6:45, Jesús lo explicó así: “Porque de la abundancia del corazón habla la boca”.
Cada generación tiene modismos y maneras de expresarse, es muy difícil mantenerse fuera de nuestro contexto social e histórico. Hace décadas que se usa la palabra ‘chévere’ (es de origen africano y llegó a América en el siglo XIX), y ahora ‘chateamos’, hacemos ‘zoom’ en las fotos y pedimos ‘delivery’. La globalización ha hecho que esto se vuelva cada vez más rápido y cubra las distancias hasta llegar al este asiático; cada vez más personas saben cómo pedir ‘faláfel’, ‘sushi’, ‘onigiri’ y ‘gimbap’.
Hay otras palabras que trascienden mucho, que tienen siglos entre nosotros, y que se rehúsan a irse. Palabras para insultar, maldecir, mentir, y que no tienen lugar en la iglesia (la iglesia somos nosotros). Dejarlas no solo es una disciplina, para el discípulo, es el resultado de su vida espiritual. Se va llenando de nuevas palabras, palabras de adoración, de bendición y de verdad. No hay lugar para las viejas palabras.
Jesús enseña en el verso de hoy que hay un momento crucial en el que la llenura del Espíritu nos dará otro tipo de palabras: las necesarias para dar defensa y testimonio de Jesús y el reino de Dios cuando nos traicionen, cuando nos interroguen, cuando nos persigan, cuando nos odien.
Palabras para hablar bajo presión, incluso presión de muerte. ¿Qué palabras saldrían de nosotros en este momento, de estar en esas situaciones? ¿Qué palabras salieron de nosotros la última vez que nos sentimos traicionados, cuestionados, confrontados? ¿Destilaron amargura o se elevaron con un dulce aroma? Diría que cuidemos nuestras palabras (es sabio), pero no lo lograremos con un corazón vacío del Espíritu.