Mateo 13:23 ,Mas el que fue sembrado en buena tierra, este es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.
Por Dayse Villegas Zambrano
¿Qué expectativas tiene Jesús de nosotros, como discípulos? Que vayamos por todo el mundo y prediquemos el evangelio y hagamos discípulos. ¿Pero qué espera de nosotros en lo individual?
En este pasaje Jesús plantea sus expectativas espirituales de nosotros. Él tiene como meta que al escuchar la palabra, la entendamos y este entendimiento produzca fruto, que él cuantifica: a ciento, a sesenta y a treinta por uno.
¿Cuál es este fruto? Es el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23), que contiene las virtudes del Señor Jesús. Él desea cómo nos transformamos a su semejanza. Es notable que él empieza a contar a aquellos que harán un giro total, luego los que harán cambios considerables y finalmente los que harán lo básico. Va de mayor a menor y esto tiene sentido, porque él está contando pero no descalificando al que tiene menos, porque lo importante es que todos lleven fruto de acuerdo a las oportunidades que él les da.
Pues no se trata de que en la vida cristiana el crecimiento es opcional y si quiero me esfuerzo poco y a Jesús le da igual. Yo debo hacer lo mejor que pueda en el tiempo que me es dado, que no es igual para todos. Al que oye el evangelio en la última etapa de la vida tal vez no le queden muchos años, pero podemos confiar en que el Señor hará su obra en esa persona. En el otro extremo, imaginemos el potencial de transformación de toda una vida de fe, desde la niñez hasta la vejez.
¿Cuál es su caso? ¿Cuándo llegó a usted la palabra de Dios? ¿Cuánto tiempo se le ha dado y cómo lo ha usado? ¿Sigue transformándose y dando fruto o se mira al espejo y es el mismo de siempre? No se conforme. Jesús espera mucho de usted.