Mateo 15:11 No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre.
Por: Dayse Villegas Zambrano
¿Es usted un discípulo limpio o un discípulo de apariencias? En este pasaje (Lo que contamina al hombre), Jesús es cuestionado por los fariseos. “Tus discípulos no se lavan las manos”. Más que la higiene, les molestaba que no cumplieran la tradición. Y Jesús abiertamente les responde: “Vuestra tradición”.
Las tradiciones -como algunas que usamos para planificar nuestros días, nuestros años y nuestras vidas e incluso nuestra adoración- pueden ser hermosas, unificadoras, significativas, importantes. Pero no son mandamientos de Dios. Las tradiciones son cultura humana, y haremos bien en recordarlo. Quien no las cumple no está ofendiendo al Creador ni ganándose un castigo ni mereciendo nuestra desaprobación. Aunque nos choque, como a los fariseos les irritaba la falta del lavamiento de manos. No serán contempladas por Dios como causa de queja contra nuestros hermanos.
A Jesús, en cambio, le molesta que se quebranten los mandamientos de Dios por una tradición. Él expuso un caso, el quinto mandamiento, que la generación de su tiempo, muy astuta, estaba ignorando, cubriéndolo de una capa de falsa piedad. “Es que es mi ofrenda a Dios”. Pues no. Dios no acepta esa ofrenda. Dios no acepta ser usado como excusa para no amar a los demás de la manera que él nos ha mandado.
Los fariseos fueron por una respuesta y se llevaron un sermón con profecía incluida. “Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí”. Jesús los denunció públicamente, delante de la multitud. Y se ofendieron. Porque él sacó a la luz lo que había en el corazón de ellos. No amaban ni siquiera a sus padres. Las tradiciones de sus ancestros no habían podido limpiarlos, sino que ellos las habían usado para afirmarse en su falta de amor. Nuestras tradiciones tampoco podrán justificarnos. No es lo mismo la doctrina de Jesús que un argumento humano. Pensemos en lo que saldría si en este momento Jesús abriera nuestro corazón.