Mateo 2:10-11 “Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.
Por: Ps. David Pérez Vera
Una expresión real en este tiempo de navidad, es tener presente que Jesús vino al mundo a vivir por los hombres y a morir por ellos. Vino también a dar por la humanidad tanto Su vida, como Su muerte. Lo cual se nos demuestra en relación a los obsequios recibidos por hombres sabios que se volcaron a sus pies para adorarlo con lo que tenían.
El oro por ser Rey, el incienso por ser Sacerdote y la mirra porque iba a morir como el Sacrificio perfecto por cada uno de nosotros. Todo esto revelado a los pies de la cuna de Jesús nuestro Salvador, por cuanto estos hombres sabios sabían que estaban delante del verdadero Rey, el perfecto Sumo Sacerdote y, por último, el supremo Salvador de los hombres.
Todo esto nos invita a ver, si hoy por hoy, realmente estamos adorando a Dios como Él se lo merece, o estamos idolatrando a un personaje creado por la tradición en nuestras vidas, el cual sólo está presente, cuando se habla de regalos, comidas, ropas, viajes y demás deseos.
A través del acto de humildad de estos hombres sabios, podemos ver que estamos llamados a buscar la esencia de la verdadera adoración, honrar a Cristo por su persona y estar dispuesto a darle lo que consideramos valioso, nuestra propia vida. Adoremos a Dios porque es Perfecto, Justo y Creador Poderoso del universo, digno y merecedor de todo honor y gloria y que por tanto le debemos dar lo mejor. Entreguemos nuestras vidas a Cristo Jesús sin reservas, íntegramente y con toda devoción. Shalom.