Mateo 22:14 “Porque muchos son llamados, y pocos escogidos”.
Por: Dayse Villegas Zambrano
¿Le da lo mismo ser emisario o invitado a las bodas? Así como los primeros invitados no fueron dignos, los invitados de último minuto fueron sometidos a un escrutinio: el rey entró para verlos. ¿Cuánto tiempo podríamos resistir la mirada del Señor? Hubo un hombre que no pudo, porque no estaba vestido de boda. Y el cuestionamiento para él es: ‘¿Cómo entraste aquí?’. Y él no tuvo respuesta.
Se entiende que todos los invitados, gente de a pie, buenos y malos, entre el momento en que fueron llamados y la hora de la entrada a la fiesta, tuvieron ocasión de vestirse para la boda. Él no lo hizo. El rey sabía que en su fiesta había todo tipo de gente, todos desconocidos de su casa hasta ese día, pero no cuestionó la procedencia ni la condición moral de ninguno. Se fijó en cómo estaban arreglados.
El rey entendía que ninguno era digno de entrar, ni los primeros convidados ni los segundos. Pero lo que él quería era que su casa se llenara de personas que, sin importar dónde estaban cuando las encontraron, hubieran aceptado libremente la invitación y se hubiesen ataviado para estar en la fiesta.
El rey llama, pero el rey también escoge, mirando a los que llevan sobre sí la señal de su Hijo. La Biblia habla varias veces de las vestiduras blancas que reciben los que entran al reino de Dios (Apocalipsis 3:4). Vestiduras lavadas y compradas por Jesús, el Cordero de Dios, quien nos hace entrar a la presencia del Padre con la ropa apropiada: su justicia. Al recibirla, es nuestro deber usarla y cuidarla, eso es también una representación del discipulado. Quien no quiera vivir así, oirá la pregunta: ¿Cómo entraste aquí?