Mateo 26:53-54 “¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? ¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?”.
Escrito Por: Dayse Villegas Zambrano
Otra de las razones por las cuales es necesario que pasemos por momentos de adversidad es el cumplimiento de las escrituras. En la historia han existido numerosas personas que han luchado para que estas escrituras no se cumpliesen, personas humanas y no humanas. Y hasta ahora lo siguen haciendo. Cuántas veces el adversario ha intentado destruir los pactos de Dios con el ser humano, y no lo ha logrado. Lucha en vano.
La escritura no necesita de nosotros para cumplirse. Ella, está escrito, es viva y eficaz, poderosa, sabia e inteligente, capaz de discernir hasta en los más profundos y sutiles pensamientos, de atravesar los corazones más duros. Somos nosotros los que debemos alinearnos con ella.
Hubo alguien que pudo haber cambiado el rumbo que marcan las escrituras, y ese fue el Señor Jesús. Para evitarse el padecimiento y la muerte, él pudo no cumplir con el plan. Tenía el poder para evitarse esos problemas, y lo sabía. El Padre no se lo negaría. No cometería ninguna injusticia o usurpación al rodearse de ángeles e imponerse por la fuerza en un mundo que le pertenecía.
Sin embargo, no lo hizo. Se sujetó humildemente al cumplimiento de las escrituras porque entendió que era necesario. En una muestra de fortaleza que supera nuestra capacidad de entendimiento, se hizo siervo de las escrituras, siendo él Señor. Y aceptó los padecimientos, que no dejaban de ser temibles, porque aceptó que era necesario.
Fue por su sentido de responsabilidad. Por su capacidad de cumplir con su palabra, de llevar a buen fin el plan trazado y prometido. Por el compromiso adquirido por su propia voluntad con todos nosotros, hasta el último de los pecadores, aunque no lo habíamos aceptado ni conocido ni lo merecíamos. Él explicó a Pedro que su camino no era el camino de la espada (Mateo 26:52). Ese tampoco es nuestro camino. Frente al ataque, no tenemos necesidad de armarnos y devolver el golpe. Él nos ha mostrado un camino mejor. “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (Juan 4:34).