Mateo 4:10 “Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás”.

Por: Dayse Villegas Zambrano

Cuando Jesús fue llevado por el Espíritu de Dios al desierto, el diablo tuvo una tercera y última oportunidad. Esta vez presentó a Jesús todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le prometió: Todo esto te daré.  El diablo dejó toda pretensión de ser un experto en las Escrituras y fue directo a lo que quería. Todo esto te daré… si postrado me adorares. Dejó al descubierto su antiguo deseo de recibir adoración como si fuera Dios (Isaías 14:13-14). 

Es curioso cómo él fue allí para exponer alguna debilidad en Jesús, pero terminó expuesto. Ofreció algo que no le pertenecía, fingiendo que desconocía el Salmo 24: “De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan”. Satanás, como bien lo retrató Jesús, es un ladrón (Juan 10:10). Jamás hubiese podido cumplir su oferta, ni tenía intenciones de hacerlo, “mentía”.

Los que creen que el diablo es como un genio embotellado, que concede deseos descubrirán un día la cruel realidad. Los que creen que existe tal cosa como la riqueza, la fama y el éxito fáciles pasarán su vida postrados, adorando a un dios falso. El diablo siempre ha envidiado la gloria de Dios y busca pobres imitaciones de ella. Quiere adoración. Su desesperación asoma al final del pasaje de la tentación de Cristo. A diferencia de Jesús, él no tiene la aprobación del Padre, ni la seguridad que viene con ella. Por eso busca sustitutos, y pide ser adorado, y ofrece pagar para que lo hagan. 

La respuesta de Jesús: No (Mateo 4:4). No (v. 7). No (v. 10). Jesús no negoció ni debatió. No pidió más información para estar seguro. No pidió tiempo para pensarlo bien. No fue a preguntar qué opinaban sus amigos. No cedió en nada. Se escudó en la presencia del Espíritu de Dios y en la firmeza de su Palabra. Mire esa actitud y esa vida. Ese es nuestro ejemplo.