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Mateo 5:13 “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres”.

Por:  Dayse Villegas Zambrano

Cuando nos hacen una foto nos quedamos muy quietos, sonriendo y posando, y apenas la toman, queremos ver si salimos bien. Si nos hicieran un retrato dibujado o pintado, esperaríamos horas sin movernos mientras el maestro hace su trabajo. En los cinco últimos devocionales vamos a ver cómo nos retrató Jesús. ¿Saldremos bien?.

Estas breves enseñanzas de Mateo 5 pintan la naturaleza humana, nuestro propósito, potencial, emociones y debilidades. “Vosotros sois” es una frase que debe llamarnos mucho la atención, porque Jesús está a punto de decirnos quiénes somos, cómo somos y qué quiere él para nosotros.

Y empieza con una figura milenaria de un mineral en el que casi no pensamos hasta que falta. 

La única roca comestible para el ser humano, la sal, que no siempre fue tan común, sino que alguna vez fue moneda de cambio y hubo rutas comerciales internacionales dedicadas a ella. La sal sigue siendo importantísima, pero ya no es el tesoro codiciable que alguna vez fue. Su prestigio se ha ido desvaneciendo. 

¿Y el nuestro? Jesús dice que sus seguidores somos la sal de la tierra, un elemento que todos los días hace su función, aunque no reciba reconocimiento. Nuestra existencia mantiene vivo en la tierra el apetito por la palabra de Dios. Preserva a muchos a través de nuestro testimonio, nuestra predicación y nuestras oraciones. No podemos desvanecernos. No podemos perder las propiedades que hacen de la iglesia ese organismo que es el cuerpo de Cristo en la tierra. ¿Con qué será salada?, pregunta Jesús. No es con las buenas obras ni con la liturgia. Es con la presencia del Espíritu Santo en ella. Sin eso, se desvanece y pierde su razón de ser. “No sirve más para nada”. 

Sin la presencia del Espíritu Santo, no solo perderíamos nuestro propósito, sino que ya no habría lugar para nosotros en la tierra. ¿De qué sirve un grupo religioso en el cual no está el Espíritu de Dios? (1 Corintios 13:1-3). Sin la presencia del Espíritu Santo, perderíamos también a nuestro protector y defensor. Seríamos pisoteados por los hombres (Salmos 56:1). Pensemos bien en esto. 

Jesús no pone en duda que los creyentes seamos la sal de la tierra. Pero nos advierte de perder aquello que nos distingue. Solo la presencia del Espíritu Santo, en nuestras vidas, mantiene nuestras lámparas encendidas, esperando la venida del Señor. No dejemos que se apague.

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