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Mateo 5:14-16 Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder; ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.”

Por: Ericka Herrera de Avendaño

Jesús nos llama a ser la luz del mundo, un faro de esperanza en medio de la oscuridad. Esta imagen nos desafía a no escondernos ni a conformarnos con una vida silenciosa, sino a brillar con el resplandor de su amor y verdad. Así como una ciudad en la cima de una montaña no puede pasar desapercibida, nuestra fe debe ser evidente para todos a nuestro alrededor.

La metáfora de la lámpara nos recuerda que el propósito de nuestra luz no es guardarla para nosotros, sino compartirla. Al mostrar buenas obras y vivir de acuerdo con el evangelio, damos testimonio del poder transformador de Cristo. No se trata de buscar la aprobación humana, sino de glorificar a nuestro Padre celestial, quien nos ha llenado de vida y esperanza.

A menudo, las circunstancias del mundo pueden intentar apagar nuestra luz. Sin embargo, Jesús nos insta a perseverar y a dejar que nuestras acciones hablen por nosotros. Cada gesto de amor, cada palabra de aliento y cada acto de compasión es una chispa que puede encender el corazón de alguien y acercarlo a Dios. Hoy, reflexiona en cómo puedes dejar que tu luz brille en tu entorno. ¿Qué acciones concretas puedes realizar para reflejar el amor de Cristo? Recuerda que tu vida es una invitación a otros para conocer a Dios.

Señor Jesús, ayúdame a ser la luz que el mundo necesita. Permite que mis acciones y palabras reflejen tu amor, para que, a través de mí, otros puedan glorificar tu nombre, Amén.

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