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Mateo 5:8 “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”.

Por:  Dayse Villegas Zambrano

En el sermón de la montaña, Jesús bendice ahora a los de limpio corazón. Esto parece una condición difícil de cumplir. Pero mire la recompensa: Ellos verán a Dios. Esto nos recuerda a Moisés pidiendo ver la gloria de Dios y recibiendo un sí por respuesta, pero con una serie de preparativos para que no muera en el intento. Dios le hace un lugar sobre una peña, y al pasar, lo cubre con la mano para que vea solo sus espaldas y no su rostro (Éxodo 33:20-23). “No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá”.

Estar limpio es una condición indiscutible. En Horeb, en su primer encuentro, Dios le advierte a Moisés: “No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es” (Éxodo 3:5). Durante la conquista de Canaán, el ángel de Jehová le repitió este mensaje a Josué: “Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo” (Josué 5:15).

Hebreos en el nuevo pacto, más adelante, lo explica así: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (12:14). Entonces estamos en un gran predicamento, porque tanto la santidad, como la mansedumbre, no son optativas. Es el camino de todo el que entra al reino de Dios. Tampoco es temporal, no está reducida a los cultos, a los domingos ni al momento de la cena. No podemos ponérnosla como una capa para ir a la iglesia y quitárnosla para andar en casa. Tiene que ser parte de nuestra nueva naturaleza. 

El de limpio corazón es sincero, no está dividido, no es de doble ánimo. No hay en él mezclas extrañas como las que describe Santiago 3:9-11: “Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre y con ella maldecimos a las personas que han sido creadas a imagen y semejanza de Dios. De manera que con la misma boca bendecimos y maldecimos. Eso, hermanos míos, no debería ser así. ¿Acaso puede dar un manantial agua dulce y agua amarga al mismo tiempo?”. 

Jesús lo dijo de manera resumida: Seamos auténticos. “Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede” (Mateo 5:37). Un solo rostro. Un corazón íntegro. Es una meta loable con una gran recompensa. Busquémosla. 

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