Mateo 5:8 “Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios”.
Escrito Por: Ps. David Pérez Vera
En el Sermón del Monte encontramos las bienaventuranzas que el mismo Señor Jesucristo enuncio, palabras que siguen impactando la vida de toda la humanidad que se postra y rinde su corazón al Redentor que vive y reina por los siglos de los siglos. Por lo que, al escudriñar las Escrituras, con esta bienaventuranza estamos entrando en terreno del Antiguo Testamento. En virtud que, allí se enseña en todas partes la diferencia entre la pureza exterior y la interior, y la aceptabilidad de esta última sólo a la vista de Dios.
La visión de Dios tampoco es extraña al Antiguo Testamento, y aunque era cosa entendida que esto no era posible en la vida presente, Éxodo 33:20 “Dijo más: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá”, sin embargo, espiritualmente se sabía y se sentía como el privilegio de los santos incluso aquí, Génesis 5:24 “Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios”. Pero, amados hermanos y amigos ¡Con qué gran sencillez, brevedad y poder es esta gran verdad fundamental aquí expresada! ¿Y en qué sorprendente contraste aparecería tal enseñanza con la corriente entonces, en la que se prestaba atención exclusiva a la purificación ceremonial y a la moralidad externa? Esta pureza de corazón comienza en un “corazón purificado de mala conciencia”, o una “conciencia limpiada de obras muertas”, lo cual la Palabra de Dios hoy nos enseña para nuestro crecimiento y edificación en unidad y amor.
Que privilegio que se nos otorga, cuando nuestro corazón es limpio delante de Dios, motivo por el cual tenemos que alejarnos de todo aquello que lo ensucia o lo pueda dañar. Proverbios 4:23 “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida”. Por ello, la conciencia así purificada, el corazón así rebosante, provoca que haya luz dentro con la cual ver a Dios.
Las Sagradas Escrituras nos advierten, sino caminamos correctamente delante del Eterno y Soberano Dios. 1 Juan 6-7 “Si decimos que tenemos comunión con Él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como Él está en luz, tengamos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo Su Hijo nos limpia de todo pecado”. Por eso nos da también la salida si hemos caído en pecado y nuestro corazón se halla contaminado. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” 1 Juan 1:9.
Sólo así en calidad de hijos y siervos podemos servir a nuestro Padre Celestial y veremos su rostro, y Su nombre estará en nuestras frentes, y le veremos tal como es, por esto y más seguid la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Shalom, Cristo viene pronto.