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Mateo 9:36 “Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor”.

Por: Dayse Villegas Zambrano

¿Le conmueve, como discípulo, la situación del mundo? ¿O no ve la hora de salir de aquí o de emigrar a un país menos problemático? Es complejo, por un lado, deseamos ir a nuestro hogar eterno, y eso es inevitable, estamos esperando al Señor. Pero en el presente estamos aquí porque Dios quiere que así sea. Estamos para hacer la diferencia. Y esa diferencia se hace con compasión. 

Muchas veces vemos las noticias y podemos llegar a pensar que el mundo no tiene remedio, que está perdido, sepultado en la maldad y la violencia y que así es como terminará todo. Muchos pasajes bíblicos parecerían apoyarnos en esa visión, si los leemos sin el factor de la compasión. 

Pues la visión de Jesús es transformadora. Pongámonos por un momento en sus zapatos en ese momento que el versículo hoy describe. Lleva rato recorriendo todas las ciudades y aldeas de Galilea, enseñando y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y en vez de estar simplemente cansado o decepcionado, está lleno de compasión. Vio a las multitudes tal cual eran. Desamparadas y dispersas, como ovejas que no tienen pastor. Y decidió convertirse en ese pastor. “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas”. Así lo hizo. 

La gran comisión no tiene sentido sin la gran compasión del Señor por el mundo. Pero solo adquirimos esta virtud cuando pasamos tiempo con él, a sus pies, viéndolo actuar y emulando sus actos. Viendo a través de sus ojos, los ojos de un Dios compasivo.

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