Mateo 9:37-38 “Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, más los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”.
Por: Dayse Villegas Zambrano
¿Qué hace, como discípulo, cuando siente que faltan manos para servir? Por lo general, suele haber exhortaciones, llamados, convocatorias, reclutamientos. Se los hace a la iglesia en general, pero estos procesos suelen terminar en una o más personas escogidas.
Jesús nos está diciendo la verdad en estas líneas: los obreros son una minoría frente a las dimensiones de la mies. Los servidores son pocos para la cantidad de necesidades que hay por cubrir.
En una situación ideal, toda la iglesia sería laboriosa como una colmena, cada uno cumpliendo su función, sirviéndonos unos a otros. Si a veces no parece ser así, no es porque el Señor no haya llamado y dotado, sino que algunos todavía no le han respondido. A él. Pues el llamado lo hace él.
No nos desanimemos si cuando pedimos manos, no hay quien acuda a ese llamado. No es nuestro poder de convocatoria o convicción, no es nuestra simpatía o popularidad. Ni siquiera será nuestra elocuencia o firmeza. “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zacarías 4:6).
El discípulo debe estar en condiciones de reconocer que es Dios quien lo llama a través de sus hermanos. Esto, reiteramos, se logra estando cerca del Señor, pues sus ovejas oyen su voz y le siguen (Juan 10:27). Y el rol de los discipuladores, es el de rogar al Señor que los envíe. Nunca perdamos de vista esto, no importa el cargo o la cantidad de años que llevemos en el servicio, no somos ni seremos los señores de la mies. La obra pertenece a Dios, y él envía. ¿Nos faltan manos?.
Roguemos al Señor que multiplique los servidores. Que ponga a cada uno en su lugar. Piense en su ministerio o área de servicio. ¿Cómo rogará al Señor esta semana para que las personas por él designadas se unan a su equipo?.