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Miqueas 6:8 Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.

Escrito Por Dayse Villegas Zambrano

Los cristianos no podemos hacer justicia por mano propia. Y sin embargo eso no significa que estemos desvinculados o exentos del cumplimiento de la justicia. ¡Al contrario! Espiritualmente debemos estar cubiertos de una coraza de justicia. Jesús aseguró que él venía a cumplir con toda justicia (Mateo 3:15). 

Lo que pasa es que en este mundo se ve la justicia como algo que yo exijo de los otros. Mientras que Jesús nos mostró que la justicia es algo que Dios exige de nosotros y que debemos exigir de nosotros mismos. 

Hay términos como la justicia social que causan malestar porque se las toma como una amenaza ideológica, sin embargo, la Biblia no evita hablar de eso. Santiago, en específico, es un fuerte expositor del tema en el capítulo 5 de su carta. Él advierte contra la insensatez de acumular riquezas, especialmente cuando todos conocemos que para que un pequeño grupo se enriquezca, grandes grupos humanos son despojados. Santiago no teme decirlo: en el mundo, mucha gente es explotada y no remunerada sin poder defenderse, y Dios está al tanto. 

La iglesia como cuerpo de Cristo, vivo, sintiente y doliente, necesita crecer en el cumplimiento de la justicia. Tal vez no puedo ir y deshacer personalmente todas las redes de explotación del mundo, pero puedo hacer algo desde lo individual, desde mis propios hábitos de consumo. Pensar si lo que estoy adquiriendo es producto de un trabajo honesto o simplemente una ganga de dudosa procedencia. 

Dios espera que cumplamos toda justicia en todas las instancias de nuestras vidas, y eso es un trabajo diario y minucioso que tal vez moleste a otros. Juan el Bautista, en preparación a la aparición de Jesús, enseñó así: “El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo. No exijáis más de lo que os está ordenado. No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario”. 

Pero usted dirá, ¿y la justicia para mí? ¿Y cuando me quieren extorsionar? ¿No tengo derecho a reclamar? No le diré que no lo haga. Compartiré estas palabras de Jesús:

“Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”.

Así de inalcanzable es la perfección por nuestros propios medios. Que Dios nos ayude al ser confrontados por su palabra.

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