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Proverbios 15:27 “Alborota su casa el codicioso; Mas el que aborrece el soborno vivirá”. 

Por: Nelly Jácome de Pérez

Muchos de los que son codiciosos de ganancias lo justifican con la excusa de que lo hacen por su familia. Esto no es sabio, porque ser codicioso de ganancias finalmente traerá problemas a su casa. El hombre codicioso es el que quiere una gran cantidad de dinero, que tiene prisa por hacerse rico y que no le preocupa cómo suceda, sin importar las consecuencias negativas que puede acarrear para su familia. 

El Nuevo Testamento advierte del peligro de desear la riqueza: “Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1 Timoteo 6:9-10). Santiago advierte que desear lo que no se tiene puede causar peleas y divisiones (Santiago 4:1-10). Él dice: “¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Santiago 4:4). Si nuestros deseos de ser ricos y famosos están arraigados en lo mundano, son pecaminosos.

Otra advertencia sobre la riqueza es que pueden proporcionar una falsa sensación de seguridad, convirtiéndose fácilmente en un ídolo, aunque las riquezas y la fama no pueden salvarnos. De hecho, ni siquiera podemos contar con las riquezas o la fama como algo duradero. La parábola de Jesús sobre el rico insensato en Lucas 12:15-21 lo ejemplifica. Santiago 4:13-15 advierte: “¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello”. Poner nuestra confianza en nuestros propios planes o en nuestra propia riqueza resulta insensato. Si el deseo de ser rico, es un deseo de ser autosuficiente o de tener algún sentido de valor, paz o estatus aparte de Dios, está mal planteado, es pecaminoso y finalmente fracasará.

La bendición de Dios está en hombres y mujeres íntegros que odian los sobornos y otras formas deshonestas de hacer negocios, cuya confianza está en Dios, su proveedor, dueño del oro y la plata y en cuyas manos sus vidas están seguras y no tendrán falta de ningún bien, amén.

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