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Romanos 1:16  “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego”.

Por: Ericka Herrera de Avendaño

Hoy estamos ante un desafío a encarnar el evangelio con total convicción y sin reservas. El apóstol Pablo declara que no se avergüenza del evangelio, porque reconoce que es la fuerza divina que transforma vidas. Esta verdad nos recuerda que el evangelio no es un simple mensaje, sino el poder de Dios para traer salvación a cada persona que cree, sin importar su trasfondo o cultura.

Esta proclamación nos impulsa a vivir con una confianza inquebrantable en el mensaje de Cristo. La salvación ofrecida por medio del evangelio es inclusiva y poderosa; está diseñada para alcanzar tanto al judío como al griego, lo que simboliza la universalidad de la gracia de Dios. No se trata de un camino exclusivo o selecto, sino de la oportunidad de redención para toda la humanidad.

Cuando comprendemos que el evangelio es el poder de Dios, nuestra perspectiva cambia. No debemos temer compartirlo, pues no hablamos de nuestras propias fuerzas, sino de la obra transformadora del Espíritu Santo en nosotros. Este poder nos capacita para enfrentar desafíos, derribar barreras culturales y llegar a aquellos que están en necesidad espiritual.

El llamado hoy es a no avergonzarnos de proclamar esta verdad. Debemos vivir y compartir el evangelio con valentía, permitiendo que su poder nos moldee y nos use para alcanzar a otros. Confiemos en que, al extender este mensaje, estamos participando en el plan eterno de Dios para la salvación del mundo. Señor Jesús, ayúdame a no avergonzarme del evangelio, sino a proclamarlo con pasión y fe. Que tu poder transforme mi vida y me use para llevar tu salvación a cada rincón del mundo, Amén.

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