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Romanos 12:1 “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.”

Escrito Por: Jackson Villalobos Duarte

El servicio a Dios es uno de los actos más importantes en la vida de un cristiano, pues aparte de ser provechoso para el crecimiento espiritual, al momento de llevar a la práctica los frutos del Espíritu, así como poner a los pies de Cristo nuestros dones y talentos, es una de las principales maneras de expresar nuestra gratitud a Dios como hijos de Él, el servicio es nuestra acción de gracia, por ende, debe de ser un agradecimiento puro e íntegro.

En la segunda parte del versículo 1 de romanos 12, leemos: “que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.”, no solamente el cuerpo sino también una mente limpia y santificada al servicio de Dios, es nuestro deber presentarnos limpios por amor, respeto y devoción hacia Él, porque Dios no habita en medio del pecado. Por tanto, es importante guardar nuestros corazones, mente y boca al momento de servir para el reino de Dios y estar atentos a cualquier ataque por parte de Satanás para dañar nuestra comunión con Dios (1 Pedro 5:8).

Como hijos de Dios, somos templo del Espíritu Santo, un cuerpo y una mente santificada es fruto de un corazón limpio y de un templo cuidado (1 Corintios 3:16-17), por ende, debemos apuntar a vivir una vida santa, porque nuestro Dios es tres veces “Santo” (1 Pedro 1:16), y nuestro servicio en su obra, también lo debe de ser. Guardémonos de entregar un servicio a Dios, contaminado de disgusto, envidia, enojo o de alguna obra de la carne, sino un servicio íntegro en amor.

Como servidores del reino, muchas veces Satanás intenta causar disensiones, disgustos o envidias entre hermanos, y no solamente dentro de la iglesia, sino inclusive dentro de nuestras familias, contaminando el templo que tenemos en nuestro corazón, con el único propósito de obstaculizar el servicio a Dios. Por eso es importante día a día encomendarse a Dios y pedir fuerzas para no caer en tentación, poniendo en práctica la Palabra de Dios, como norma de vida en nuestro diario caminar, cumpliendo sus mandamientos, decretos y ordenanzas, recordando que Cristo nos ama y entregó su vida por nosotros, para presentarnos como obreros aprobados, limpios y santos, que no tengamos de que avergonzarnos (2 Timoteo 2:15).

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