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Romanos 12:14
Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis.

Escrito Por: Dayse Villegas Zambrano

En la benignidad hay crecimiento. Al leer los evangelios, nos damos cuenta de que la única vez que vemos a Jesús maldecir algo, es a una higuera, en un acto profético y simbólico para explicar que Dios busca fruto en su pueblo, y que no hallarlo es una gran ofensa para él. 

Nos dicen que la higuera representa a Israel, y es correcto. Pero no solo representa a la nación, sino lo que la distinguía, su fe en el pacto con Dios. En el tiempo de Jesús, un dicho común era que los verdaderos israelitas, los que esperaban la venida del Señor, oraban bajo la higuera (Juan 1:48). Pues bien, entre los principales religiosos de su tiempo, Jesús no encontró fe (Lucas 18:8). Al contrario, encontró oposición. 

Y sin embargo, siendo perseguido, Jesús no maldijo a nadie. En cambio, dio un sermón en el que lanzó una serie de bienaventuranzas para la gente presente y para muchos otros por venir. Bendijo a los niños. Bendijo a los que oían sus palabras y las ponían por obra. Dedicó las últimas horas de su vida antes del Calvario a bendecir a sus discípulos. Resucitó y volvió a buscarlos para bendecirlos. Mientras ascendía a los cielos seguía bendiciéndolos. Le era poco el tiempo asignado para todas las bendiciones que quería entregar. 

¡Qué manera de bendecir! Así debemos ser nosotros. Bendición tras bendición tras bendición. Si está presente su enemigo, bendígalo. Si no se deja ver o no quiere escuchar, ore y bendígalo. Usted verá resultados.

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