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Romanos 12:15
Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran.

Escrito Por: Dayse Villegas Zambrano

En la solidaridad hay crecimiento. Jesús era un hombre alegre, que por sus propias palabras, comía y bebía, y a decir de los evangelios, iba a las fiestas cuando lo invitaban. 

También sabemos que uno de los versículos más cortos de la Biblia nos dice que él lloró. Lo hizo frente a la tumba de Lázaro, al ver el dolor de los dolientes, Marta y compañía. Si hubiese sido por la falta de fe de los demás, Jesús habría pasado llorando todo el tiempo. Si hubiese sido por la muerte de Lázaro, él había ido a resucitarlo, no tenía dudas sobre eso. 

Esas lágrimas de Jesús están puestas allí para mostrarnos su sensibilidad ante el dolor de los otros. Una sensibilidad que nosotros también debemos tener. Cuando no podemos hacer nada para calmar inmediatamente el dolor de los demás, los consolamos, mientras buscamos un remedio. Y cuando el consuelo no está funcionando, porque el dolor es muy grande (y hay quien se rehúsa a ser consolado de la pérdida de sus seres amados), entonces nos solidarizamos y lloramos también, porque su dolor es nuestro. 

Hay quien dice que llorar no arregla nada. Puede que tenga razón, en cierta manera, pues llorar no resucitó a Lázaro, sino el poder de Dios. Pero Jesús lloró con los que lloraban. Eclesiastés señala que hay un tiempo para llorar. No siempre, no por todo. Pero sí con los que sufren. Lloramos y luego los ayudamos a levantarse.

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