Romanos 14:8-9 “Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. 9 Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven”.
Por: Pst. David Agustín Pérez Vera
Amados hermanos y amigos, no podemos vivir nuestras vidas aparte de Cristo Jesús, el nivel de nuestra conducta se encuentra expuesta delante de Dios, siempre eso es lo importante. Usted y yo tendremos que rendir cuentas por lo actuado en esta vida. El apóstol Pablo dijo en 2 Corintios 5:10 “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo”. Tengamos presente que, como hijos de Dios, usted y yo tendremos que presentarnos ante el tribunal de Cristo, para dar cuenta de nuestros actos, esto va a ser un asunto de nuestra relación con Él, cuando nos sentamos a la mesa a comer, cuando alabamos, cuando tratemos de adorarlo en lo que hagamos.
Usted puede estar sin una relación apropiada con Dios, aun cuando esté haciendo actividades aparentemente buenas si no lo hace para Él, por supuesto. No hay ninguna condenación para aquellos que están unidos a Cristo Jesús. En el tribunal de Cristo, será examinada la vida de servicio y consagración de cada cristiano. En tal evaluación, algunos obtendrán la justa recompensa por haber cultivado su fruto y crecimiento espiritual. Por lo tanto, no juzguemos nada antes de tiempo; esperemos a que el Señor venga y saque a la luz lo que ahora está en la oscuridad, y dé a conocer las verdaderas intenciones del corazón. Entonces Dios dará a cada uno el pago que merezca.
Hoy es una buena oportunidad para adorar, alabar y glorificar a Dios con nuestras vidas de manera integral, por eso, clamemos al Señor pidiéndole que nos guíe y nos guarde ya que sólo Él conoce nuestros corazones, y que, asimismo, nos ministre por medio del Espíritu Santo para reconocer todo de lo cual tenemos que arrepentirnos y pedirle perdón con un corazón contrito y humillado, tal como nuestro Señor Jesús nos manda en nuestro diario vivir, Shalom.