Estamos Ubicados en:
Ximena 421 y Padre Solano,
info@pibguayaquil.com
Fono: +593 98 901 0216
Berajot
berajot@pibguayaquil.com
Fono: +593 98 901 0216

Romanos 15:3 “Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito: Los vituperios de los que te vituperaban, cayeron sobre mí”.

Escrito Por: Dayse Villegas Zambrano

Una de nuestras causas de sufrimiento más comunes es que no podemos agradar a todos, especialmente cuando también queremos darnos gusto a nosotros mismos. Alguien tiene que ceder por la paz común. Y ese alguien (repitamos juntos) debo ser yo. Ni siquiera Jesús pudo hacer lo que bien le pareció. Al contrario. Soportó ser vituperado para hacer lugar para todos nosotros. 

A veces, una vida de exaltación a Dios ganará admiración y alabanza. Pero en otras ocasiones, atraerá el vituperio. Esto es normal. Todo el que no ame a Dios y vea en nosotros una semblanza de él, nos dirá y nos hará lo que no puede decirle ni hacerle a él. 

Jesús también dijo: “El mundo os aborrecerá”. Mucha gente en el mundo aún es capaz de apreciar la honestidad, la bondad, la generosidad y la virtud. Pero habrá siempre un grupo al que todas estas cosas le parecerán aborrecibles. Su lucha en realidad no es contra nosotros. Es contra Dios. Y es necesario que esas personas nos vean vivir vidas agradables a Dios, aunque esto no les guste, porque necesitan ser confrontados por la verdad. 

Pues nosotros no vivimos para agradarnos a nosotros mismos. Vivimos para glorificar a Dios. Y parte de agradar a Dios es ser agradable al prójimo, pero no incondicionalmente, sino piadosamente. “Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación”. 

Dios es sabio. Usted no se comprometa por el puro afán de quedar bien. Haga lo que es bueno, lo correcto, todo lo que sea para el crecimiento y edificación de los otros, y si llega a ser agradable, pues gloria a Dios. Y si su bondad no es aceptada, sino vituperada, pues gloria a Dios también. La conducta de los cristianos no se mide por parámetros humanos. Tenemos una medida de perfección bien alta, que es Cristo. Queremos ser como él.  

Finalmente, no tengamos miedo al vituperio, el insulto lanzado para dañar nuestra reputación. Es una condenación inmerecida. que no se sostendrá una vez que la situación sea traída a la luz. “Ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz (Efesios 5:8). Caminemos bajo la luz.

Usamos cookies para una mejor experiencia de usuario.