Romanos 4:16-17 “Si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo”.
Por: Dayse Villegas Zambrano
El pecado y sus consecuencias son contaminantes, pero la gracia de Dios es exuberante. Se multiplicó para los pecadores y solo necesitó para ello un canal, un hombre, Jesucristo. Él se convirtió en la cura definitiva y permanente al problema del pecado.
Él perdonó los pecados de un hombre paralítico antes de sanarlo (o para sanarlo). Él perdonó los pecados de una mujer adúltera al salvarla del apedreamiento (o antes de salvarla). Él perdonó los pecados de una mujer que decidió derramar los ahorros de su vida reunidos en un perfume. La perdonó antes que a los prestigiosos ciudadanos que lo habían invitado a comer.
El pecado es el gran problema de la humanidad. Se lo niega y se lo minimiza por la simple razón de que no se quiere renunciar a él, porque se lo relaciona con placer y con libertad, cuando en realidad es una esclavitud.
Ese gran problema tiene una enorme solución. ¿Ve cómo está el mundo ahora, sumido en oscuridad? Pues esa oscuridad palidece frente a la luz de Jesús. Si cuando él era el único portador de la gracia, esta alcanzó a muchos, ahora que nos tiene a nosotros como sus mensajeros, ¿a cuántos más alcanzará? Es un potencial que tenemos que explotar. En este año, iluminemos la vida de alguien con el mensaje de gracia.