Romanos 5:1-2 “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”.
Por: Dayse Villegas Zambrano
Vamos confirmando, como hemos dicho, que la fe es la puerta a la gracia, y que la gracia no es una promesa condicionada, temblorosa ni finita, sino que es descrita como firme, gloriosa y eterna.
Usted que desea estabilidad en su vida, persevere en la gracia de Dios. Ella no lo dejará caer. Mantendrá su cabeza en alto ante las adversidades. Nunca tendrá que sentirse avergonzado de ser un cristiano aferrado a la gracia. Ella no es un adorno inútil. Es una roca. Es la manifestación de la gloria de Dios en nuestras vidas.
Además, la gracia que es por fe nos pone en paz con Dios. Es algo que usted, creyente, ahora disfruta a tiempo completo, y por tanto tal vez ya lo da por sentado, y no es que eso esté mal. Dios desea que sus hijos vivan muy confiados en él, como los niños que duermen en brazos de sus padres. Usted vive rodeado de esa seguridad de estar en paz con Dios y cada vez se hace más difícil recordar lo que era estar sin ella. Pero muchas personas viven así, y es momento de compartir la gracia y sus múltiples regalos de salvación, justificación, adopción, seguridad, propósito y paz con Dios.
Tal vez en nuestras vidas no hemos tenido mejor coyuntura para hacerlo que ahora, en una sociedad disuelta, corrupta y atemorizada, donde no hay paz ni garantías en la calle ni en la casa ni en los templos siquiera. En este año, no dejemos pasar la oportunidad de compartir la gracia.