Romanos 6:1-2 “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera”.
Por: Dayse Villegas Zambrano
La interpretación más facilista y evidentemente errónea de la gracia es pensar que es una carta para hacer lo que bien nos parezca, como en los juegos de mesa.
Usted puede pensar que es muy obvio, pero Pablo lo está escribiendo porque en la práctica ocurre todo lo contrario. Es muy fácil engañarse pensando que una faltita más no importa, ya nos podremos a cuentas más tarde. Una mentira más, Dios sabrá comprender. Una explosión de ira más, Dios también se enoja.
Y así empezamos a vivir en fluctuación y en tibieza. Dejamos el vivir en la gracia para después, en algún momento tendremos tiempo para orar, para detenernos y reflexionar, para pedir perdón, para estar presentes en cuerpo y alma en el culto, para colaborar en una necesidad apremiante, para hacer una llamada de consuelo. Y todo estará bien.
Llegamos a pensar que el cristianismo extremo (ese que ama al prójimo, que ora todos los días, que medita en las escrituras, que trata de encontrar y usar todos sus dones) es para ciertos cristianos llamados a un servicio especial, y que no podemos compararnos con el pastor o los diáconos. Al vivir así, no estamos perseverando en gracia. Hemos recibido un vehículo de lujo y lo hemos dejado estacionado a mitad del camino, pensando que más tarde pisaremos el acelerador y recuperaremos el tiempo perdido.
Y estamos ignorando otro de los aspectos de la gracia: que un día se suspenderá para dar paso a la venida del Señor como juez. Tenemos una oportunidad única, ahora es cuando podemos vivir por fe y por gracia. Un día tendremos al Señor cara a cara y no necesitaremos más creer sin ver. Seremos transformados y todas las promesas de la gracia se habrán cumplido en nosotros. Pero ahora es el momento de ejercer la gracia porque al hacerlo la difundimos por el mundo y damos a otros la oportunidad de entrar. Que este sea el año en que lo hagamos.