Romanos 6:22 “Más ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna”.
Escrito Por: Ps. David Pérez Vera
Amados hermanos y amigos que el Eterno los bendiga grandemente hoy y siempre, cuya bendición hoy en nuestras vidas, nos lleva a tener la condición en Cristo Jesús, de libres de la esclavitud del pecado y la condenación. Ahora, como siervos de Dios recibimos como fruto de nuestro nuevo servicio la santidad de vida, que transforma nuestro andar en este mundo, y como fin se nos otorgó la vida eterna, que es un don de gracia conocido en el idioma griego como “charisma”.
Nuestra vida presente, por lo tanto, se transforma por el espíritu de santidad, gracias a las operaciones del Espíritu Santo de Dios. Cuando como pueblo redimido nos dedicamos a Dios, nos halla con alegre sorpresa que el Eterno se dedica a nosotros como sus hijos, ofreciéndonos los agraciados y saludables frutos de la santidad dentro de la perspectiva de la vida eterna, que no gana por sus esfuerzos, sino que recibe de la abundancia de la gracia del Señor.
En un contraste marcado, el hombre natural gime bajo el pesado yugo del pecado, segando ahora vergonzosos frutos de inmundicia que le arruina su vida entera, desagregadas en todas las áreas que le conforman, su cuerpo, alma y espíritu, para recibir como paga la muerte física y eterna, que siempre surge como planta venenosa de la raíz del pecado. Romanos 3:23 “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”.
En la Palabra se nos da una idea clara de la razón de nuestra libertad, fuimos libres para santificación, como lo sostiene Romanos 6:19 “Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia”; es decir, ese estado y carácter permanentemente santo que se construye a partir de todos los frutos de justicia, que los hijos de Dios producen sucesivamente. Ellos tienen su fruto para esto, es decir, todos van hacia este bendito resultado.
Podemos pulir el argumento del Apóstol Pablo por repetir la pregunta original del capítulo ¿Hemos de continuar en el pecado para que la gracia crezca? En ninguna manera. Nosotros, que morimos al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”. Tomando en cuenta que la vida eterna, es como el estado final de los hijos de Dios justificados, nuestra experiencia bienaventurada no sólo de la completa exoneración de la caída con todos sus efectos, sino de la vida perfecta de aceptación con Dios y conformidad a Su semejanza, de acceso desvelado a Él, y comunión inefable con Él a través de toda la duración.
Shalom, Cristo viene pronto.